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Santa Cruz de la Sierra

Conciencia “animal”: más allá de la estupidez

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Huascar Azurduy

columnista

Quitando los complejos humanos y las irremediables grandilocuencias intelectuales, podemos decir que: el solo saber que uno existe, eso es conciencia…  

Es 2014, Nueva Zelanda. Tres nadadores están a 100 m de la costa de Whangarei. Un tiburón blanco asecha y se acerca peligrosamente sin que ellos se den cuenta. Unos delfines que se percatan del peligro rápidamente forman un círculo o barrera protectora por unos 40 minutos, tiempo en el cual los nadadores se ponen a buen recaudo y se salvan. Eso, que parecería sacado de una película, es uno de los casos documentados, pero que no es novedad para quienes estudian a los delfines mular (Tursiops truncatus).

Estos delfines, pueden reconocerse a sí mismos, son capaces de diferenciar a otros de su grupo con nombres propios, poseen un lenguaje de chasquidos y silbidos, pueden aprender un lenguaje de gestos, las hembras utilizan esponjas para cubrirse y protegerse a la hora de comer alimento con espinas y esa estrategia la enseñan de madres a hijas, son empáticos, definen estrategias, juegan, sienten miedo, placer, dolor…

Desde la neurociencia sabemos que el cerebro de los delfines mular es el más complejo luego de los humanos, se ha demostrado que su neocórtex (que es la parte responsable del pensamiento complejo) es más grande y sofisticado que el de los chimpancés. Esto, nos dice (según los neurocientíficos) que “los delfines mular son pensadores complejos, muy inteligentes”.

¿Cómo rayos llamamos a todo eso? Eso en conjunto, simplemente se llama: conciencia…

Y no es una perspectiva nueva… Aristóteles ya observaba: “Parecería que no solo sueñan los hombres, sino también los caballos y los perros y los bueyes; sí, y las ovejas, las cabras y los cuadrúpedos vivíparos; y los perros muestran su sueño ladrando mientras duermen”.

Mas recientemente la ciencia ha descubierto que: los cuervos pueden reportar qué han visto, a las abejas les gusta jugar, los pulpos recuerdan sitios donde han sufrido y aquellos donde han sentido placer, las sepias recuerdan experiencias sucedidas, los peces cebra soy muy curiosos, al igual que los cangrejos, el aislamiento social altera los patrones de sueño de las moscas de la fruta, las culebras reconocen su propio olor, los elefantes lloran a sus muertos…

En julio de 2012, en presencia de Stephen Hawking, se firmó y dio a conocer por neurocientíficos, la Declaración de Cambridge sobre la Conciencia. En ese evento Philip Low, de la Universidad de Stanford manifestó: “Decidimos llegar a un consenso y hacer una declaración para el público que no es científico. Es obvio, para todos en este salón, que los animales tienen conciencia, pero no es obvio para el resto del mundo. No es obvio para el mundo occidental ni el lejano Oriente. No es obvio para la sociedad.”

Recientemente, el 19 de abril de 2024, se firmó y dio a conocer la Declaración de Nueva York sobre la consciencia animal, que dice: “…existe un sólido respaldo científico a las atribuciones de experiencia consciente a otros mamíferos y a las aves. Las pruebas empíricas indican una posibilidad realista de experiencia consciente en todos los vertebrados (incluidos reptiles, anfibios y peces) y en muchos invertebrados (como mínimo, moluscos cefalópodos, crustáceos decápodos e insectos). En tercer lugar, cuando existe una posibilidad realista de experiencia consciente en un animal, es irresponsable ignorar esa posibilidad en las decisiones que afectan a ese animal. Debemos considerar los riesgos para el bienestar y utilizar las pruebas para fundamentar nuestras respuestas a esos riesgos.

Sabiendo que Homo sapiens no es la única especie dotada de conciencia ¿qué implicaciones tiene esto? Primero, habíamos convivido con organismos que no son ajenos a su realidad, sino que más bien sienten… sienten temor, alegría, placer, empatía, tienen recuerdos, se reconocen, etc. Y eso nos hace más próximos y afines. Segundo, se debe repensar nuestra relación e interacciones con ellos. ¿Cómo tratarlos en adelante?, ¿hay efectos legales adicionales que normen nuestra relación con ellos? Y eso no solo aplica para el mundo productivo o comercial, la propia ciencia en el campo de la experimentación le toca replantear lo que ha venido haciendo. Varios neurocientíficos firmantes de la Declaración de Nueva York que aseveran que los mamíferos sufren, exponen animales a situaciones de padecimiento y estrés ¿no es contradictorio?… ¿Cómo deberá proceder la ciencia experimental en adelante? Y más profundo aún, si bien la ciencia ha ampliado nuestro saber sobre la “vida consiente” ¿qué hacemos con la “vida inconsciente”, catalogada así, porque simplemente no la conocemos del todo? ¿merece otro trato? Son algunas preguntas por resolver, en un escenario que pese a la influyente estupidez, hay una certeza: la conciencia en el mundo animal es un hecho…

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