Por Marcos Loayza
Los hechos nos dicen que la Cordillera de los Andes se está secando irremediablemente, por eso en estos próximos años lloverá más de lo habitual, pero después nos espera el desierto. Y eso será a todos porque eso afectará a todo nuestro territorio, incluida a la Amazonia.
Lo más sensato sería que pongamos todo nuestro empeño en sembrar agua, realizar todas las acciones posibles para retrasar la tragedia, tomar medidas urgentes de emergencia. Pero preferimos, por mezquindad política y mercantil, hacer todo lo contrario: ocultar y minimizar el problema, envenenar los ríos con mercurio y precursores, quemar y chaquear nuestros bosques, depredar los árboles y destruir la fauna, además de agrandar la frontera agrícola, apostar por el monocultivo, agigantar la ganadería en tierras de bosques, insistir en encontrar gas y petróleo a toda costa.
Con mucho entusiasmo nos estamos suicidando colectivamente, mientras la propaganda nos dice que estamos bien.
Estoy convencido que poco se puede hacer, así que escribo esto como descargo, para que cuando lean los hijos de nuestros nietos, sepan que algunos no estábamos de acuerdo con semejante despropósito.
