Muchos no sabían que había águilas arpías en Bolivia, hasta hoy, que un grupo de profesionales del área conservacionista y natural fue reconocido por Piensa Verde, una de las plataformas ambientales más importantes del país, a través de un fondo concursable donde participaron decenas de proyectos afines al medio ambiente.
El proyecto “Parque Nacional Amboró desde la perspectiva del Águila Arpía” fue reconocido y obtuvo fondos que le dan la oportunidad de continuar con su plan que viene alzando vuelo en beneficio, no solo de esta especie vulnerable a la extinción, sino a esta área protegida, una de las más importantes de Bolivia. Después del reconocimiento, una de las principales protagonistas que conforma la propuesta, Gabriela Tavera, dijo a SOStenibles que el proyecto presentado enmarca al águila arpía a nivel nacional y que se centra dentro del Parque Amboró, donde, además, se registró no hace mucho tiempo, un nido activo.
“Planteamos visibilizar el área protegida, que fue el enfoque que le dio Piensa Verde a su gala, a través de la perspectiva del águila arpía. Mientras hacemos conservación e investigación mostramos también el trabajo de los guardaparques dentro del área. Hay tres objetivos planteados en este proyecto”, menciona la Coordinadora del Programa de Conservación.
Los propósitos que los investigadores remarcan son:
- Continuar con las investigaciones del águila arpía; darle seguimiento a la cría y buscar otros nidos, además de rastrear nueva información sobre la población de esta especie.
- Capacitación del personal técnico del proyecto, de los guardaparques y los actores locales que se vayan identificando, como, por ejemplo: guías turísticos, comunidades, etc., es decir lo referente al manejo del área protegida.
- La comunicación desde adentro, divulgar sobre la importancia de este predador tope y su conservación y, hacia afuera, promover la especie y el trabajo que se hace con ella.
“El fondo obtenido nos permite desarrollar estos tres objetivos dentro del área protegida”, dice la bióloga cruceña y revela las dificultades que se deben sortear que no son solo los malos caminos o los sitios casi inaccesibles adonde llegar. Lo obtenido, Bs 260.000, significa un 15% de lo que cuesta este programa de investigación. “Llegar a estos lugares es una inversión costosa. Por eso es difícil y no siempre retribuye; el transporte, la alimentación, además de medicinas y materiales específicos. El presupuesto también se destina a pagar sueldos al personal que trabaja en el proyecto, para capacitaciones, logística, compra de material, comunicación, personal técnico, etc..
Uno de los hitos del programa es dar a conocer parte de la ecología de las poblaciones en vida silvestre de esta águila.
“A principios de año colocamos trampas-cámara en un nido para ver el desarrollo del pichón y parte de la biología y la ecología de la especie”, dice Tavera.
El grupo de investigadores está compuesto por personal voluntario del Museo de Historia Natural Noel Kempff Mercado, un ornitólogo, voluntarios biólogos juniors, estudiantes de la carrera de biología, personal del área protegida y guardaparques, además del director del área protegida. Para estas labores también cuentan con el apoyo de la Fundación Yindah que canalizan fondos para darle vida al proyecto.
Este esfuerzo proviene de una larga trayectoria con otro suceso que devino tras la liberación de dos águilas arpías en 2021. “El programa de conservación de arpía es un derivado de un programa de rehabilitación de dos ejemplares rescatados en 2018 por la Gobernación de Santa Cruz. Estas aves provenían de Guarayos, n área altamente intervenida. Necesitaban pasar por un proceso de adaptación, de caza y vida silvestre, además de rehabilitación muscular”, recuerda.
En aquel proyecto de rehabilitación (2021-2023) estuvieron involucrados el Museo de Historia Natural, la Gobernación y la Quinta Curucusí. También participaron 12 investigadores entre biólogos, ornitólogos, un asesor internacional (Alexander Blanco), un veterinario de vida silvestre (Rodolfo Nallar) entre otros biólogos especializados en conservación, ingenieros ambientales, etc. Previa evaluación de los sitios seguros de liberación, se logró la rehabilitación y liberación de las aves en septiembre de 2023, previamente dotadas con equipamiento de rastreo satelital para darle seguimiento. Se llevó a cabo con éxito en el área protegida Bajo Paraguá, debido a que allí reunía las condiciones adecuadas.
Tavera relata que, a finales del año pasado, guardaparques del Amboró registraron la existencia del nido (con padres y pichón) y se decidió tomar al propio Parque Amboró como estudio e inicio al programa de conservación. “Con las cámaras, a 27 metros de altura, se pueden registrar importantes datos para su posterior investigación. El movimiento de las aves, el crecimiento del pichón, las actividades diurnas y nocturnas, las frecuencias de sus acciones, etc. Esperamos obtener información sobre la actividad de la especie en sí y de qué tipo de animales se alimenta, entre otras cosas”, dice.
De acuerdo a los expertos, esta águila controla otras poblaciones de una red trófica, es decir las relaciones entre cadenas alimentarias en las especies que forman parte de una comunidad biológica, en un ecosistema. “Queremos saber qué sistema es el que están controlando. Al ser trampas que están en el dosel (altura) también nos dan datos de otras especies”, dice a tiempo de confesar que es una apasionada de los mamíferos tomando al jaguar como su deleite para el estudio, sin embargo, los caminos de la vida profesional la llevaron a apasionarse por estas águilas tan particulares. “Las águilas son el homólogo del jaguar en el aire”, remarca Tavera. La comprensión del mundo natural la llevó a especializarse en el área de la biología de la conservación, que abarca más que una especie, sin embargo, se acercó a las águilas arpías cuando “vio la noticia” de dos ejemplares que habían sido rescatadas y pensó que no iban a sobrevivir en cautiverio, pero en 2021 volvió a encontrarse con un programa a mitad de camino y algo le movió por dentro: “esto tiene que continuar”. Su experiencia de ver fracasar otras especies en cautiverio, que no habían llegado a tener un final feliz, la angustió. Quiso y pudo revertir la situación, como doblándole el brazo al destino. No dudó en sumarse al equipo, conseguir recursos y duplicar esfuerzos. ‘Tenemos que llegar a su liberación’, se prometió. Fue entonces que comenzó a conocer “un ave fascinante”. Vio cambiar el color de su plumaje, su mirada penetrante, su altivez y su energía conectaron con una nueva pasión. Los resultados se vieron al poco tiempo. “Me fascinan los predadores. La evolución trabaja en esta especie de manera perfecta, esa habilidad para la caza, el desarrollo de la vista, una máquina para lo que hacen, es muy fuerte y trabajar en la rehabilitación es muy interesante. Al mismo tiempo que son tan perfectas en su evolución de la caza, también son vulnerables, necesitan del cuidado parental”, confiesa.
Como otras especies, su mayor amenaza es la pérdida del hábitat. Viven en zonas amazónicas, húmedas, altas y frondosas para sus nidos. No hay registro poblacional en Bolivia. La investigadora desea estudiar esta misma especie en otras áreas protegidas y compartir su experiencia del Amboró.
Pero estas aves no están solas. Otros científicos de México, Panamá, Brasil, Argentina, Venezuela, Ecuador comparten información sobre ellas con sus pares bolivianos. Es más, esos programas foráneos sirven de base a los ‘nuestros’ para profundizar conocimientos y comprender cómo viven.
En el plan de capacitaciones contemplan invitar a algunos expertos internacionales para divulgar este tipo de información a los interesados. Queda pendiente en el cronograma el ingreso al Amboró varias veces más, recolectar datos y renovar tarjetas de memoria y baterías de las cámaras trampas para luego analizar la nueva data.
Tras el reconocimiento, el grupo de profesionales recibió el acercamiento de mucha gente que brindó su apoyo en esta noble causa. “Desde diseñadores hasta empresas. Vamos a aprovechar el momento para continuar y así llegar a más lugares. Esto nos abre la posibilidad a otros tipos de financiamiento. Trabajar con otro tipo de actores y generar sostenibilidad al proyecto para mejorar las condiciones de los investigadores”, señala Tavera convencida que todo el tiempo invertido y el esfuerzo puesto por su equipo siguen valiendo la pena.