Entre los participantes, el debate y las propuestas no se hicieron esperar. Desde la sorpresa de algunos, los cuestionamientos de otros y algunas sugerencias se escuchó la diversidad por el bien del zoológico, los animales y los espacios comunes.
Entre los primeros en pronunciarse entre el público, el arquitecto y urbanista Rubén Darío Sánchez solicitó hacer un manifiesto para que el jardín zoológico no se toque, porque “no podemos seguir perdiendo pulmones en la ciudad”.
En segundo término, Jorge ‘Yiyo’ Landívar cuestionó por qué se lo quiere trasladar y quién es el verdadero dueño de esos terrenos.
Esta intervención tuvo la respuesta del representante del zoológico, Ronald Sosa. Hizo la comparación desde sus inicios. Antes había 20 especies y 150 individuos en 6,9 hectáreas, ahora con 1439 individuos y 233 especies, concluyendo que el mismo espacio ha quedado chico. “Tenemos un centro de custodia que nos exige los espacios para cada individuo, para un mejor bienestar animal. No es un capricho sino una necesidad. Lo vemos todos los días. El tráfico, el ruido, las motos, las luces nocturnas, estresan a los animales. Y siguen llegando animales, el tráfico de fauna no va a parar. La cuarentena es lugar muy pequeño y los animales deben recuperarse porque llegan lastimados o mal comidos. Necesitamos un espacio más grande”, insistió.
Lorena Kempff Saucedo, directora ejecutiva de la Fundación Noel Kempff Mercado argumentó al respecto. Para la gestión de investigación y conservación es fundamental registrar la procedencia, la localidad, la edad, etc. de los animales que se reciben. “Hace más de 10 años que el Museo Natural no recibe las especies catalogadas”. Y agregó que no hay un centro de rescate, que no es lo mismo que un zoológico. “La fauna incautada corresponde a un centro de rescate, un zoológico no puede recibir esas especies, no podemos meter todo en la misma bolsa”, dijo y sugiere que el municipio conforme una alianza con la gobernación y así colaborarse con un centro de rescate.
La presidenta del colegio de biólogos, por su parte, propuso una mirada integral respecto al traslado. En la misma línea de Prado observó el riesgo de generar un daño buscando una solución. La bióloga agregó que en la zona de Los Sauces hay más 121 riachuelos, 41 humedales, donde el nivel de riesgo de inundaciones es alto y el 29% de esta zona tiene un riesgo también alto. “¿Van a estar bien los animales? Si construimos algo ahí estaríamos afectando la salida del área del centro de la ciudad hacia la zona nordeste”, expresó la profesional.
El turno llegó para Mauricio Herrera, investigador asociado al Museo Noel Kempff Mercado que consultó, ¿vinimos a conversar del traslado del zoológico o por la falta de institucionalidad que existe en el zoo?. Por su parte, la arquitecta Marina Bonino, docente de la Universidad Gabriel René Moreno, en la Facultad de Ciencias del Habitad relató una experiencia. “Fuimos al zoológico a realizar una labor teórica con los estudiantes y nos encontramos con la deplorable situación, descuidado, con pocos animales. Desarrollamos un proyecto de revitalización del zoo con adecuación y mejoramiento de las instalaciones a nivel de estudios académicos y vimos la pertinencia de su permanencia en el lugar donde se encuentra, por el rol que cumple de enseñanza, de conocimiento y su rol turístico”, dijo a tiempo de señalar que existen intereses en el traslado que no tienen justificativo técnico, ni cultural, ni histórico, ni medioambiental.
En la tercera ronda el Licenciado Sosa volvió a enumerar la cantidad de animales e insistió en el cuidado que les brinda su personal de apoyo. “Hay biólogos, veterinarios y guardaparques de la institución. Se les da el manejo y dietas adecuadas. Quizás los recintos no están adecuados, por eso queremos el traslado. Estamos sujetos al tráfico, al mascotismo y a los incendios que no van a parar”, reiteró.
Tomó de nuevo la palabra Lorena Kempff argumentando que se confunde lo que es un zoológico con un centro de rescate. “Si se quiere recibir fauna incautada necesitamos un centro de rescate que habría que buscarle el lugar que corresponda. Tenemos que subirnos a las corrientes de un primer mundo donde se trata de proteger a la fauna próxima a las áreas urbanas”, propuso Kempff.
El filósofo e investigador Jorge Luna provocó que las intervenciones suban de tono. “Se ven dos posiciones contrapuestas, propongo que se piense en conceptos. En el siglo XXI el zoológico es un concepto anacrónico por la manera en que concibe al animal como sujeto vivo. Lo de bioparque puede atraer otro tipo de concepción si queremos construir su entorno digno al sujeto vivo. Distingamos eso si queremos el traslado”. Por su parte Daniel Osinaga, arquitecto y docente universitario reflexionó sobre los ecoparques o bioparques que se pueden ver en Sudamérica. “Los animales fueron llevados a granjas o a grandes extensiones y los que no se han podido reubicar están en el ecoparque. En el caso de que se lleve el zoológico adonde dijeron (Arroyo Los Sauces) es un lugar que llevará un tiempo para el desarrollo, son dos temas diferentes. Es importante pensar antes de actuar”, remarcó.
También se cuestionó, saltando el tema, el rol educativo del centro. El biólogo Walter Bustillos pidió estadísticas al respecto. El funcionario Abraham Rojas, encargado de la escuela ambiental informó que, el centro es visitado anualmente por 18.000 estudiantes, 600 colegios, casi 2.000 profesores. “Es un sitio donde los colegios hacen proyectos socio productivos. Trabajamos con la UAGRM con las carreras de Turismo y biología donde hacen prácticas preprofesionales. Hemos completado más de 400 prácticas pre profesionales certificadas académicamente. Al zoo lo visitan más de medio millón de personas por año”, dijo Rojas.
Las observaciones de la animalista Laura Garbizu, de la Fundación Bienestar animal, coincidieron una vez más con quienes opinaron sobre la falta de un rol educativo. “El mayor problema es la falta de educación. Si no educamos por más grande el bioparque que tengamos vamos a seguir padeciendo del mascotismo. La clave está en la administración del mismo. Espero que el traslado no se use con otros fines. Concuerdo que el problema es de fondo y no de maquillaje. Los animales necesitan un espacio con buena alimentación y capacitación al personal”, expresó.
Ya en la recta final, el director de Soprama (Sociedad Protectora de Animales y del Medio Ambiente) fue contundente. “Hemos visto con espanto ese zoológico. Yo les preguntaría cómo miden sus resultados después de 40 años. No lograron nada en el tema educación. Los turistas van y quieren vomitar en ese zoológico porque ven animales encarcelados y eso también ve el niño. Tenemos una sociedad diferente, los que ustedes enseñan se contrarresta con otros bioparques bellos que hay en otros países. Somos tan irrespetuosos con nuestros niños que lo metemos ahí adentro para que vean y que aprendan que es posible meter a un ser vivo a una cárcel. Por eso digo que es del pasado. Ese ese zoológico no educa, no hace ciencia. Hay que crear un espacio real, no en una zona urbana. Hay que llevarlos a su hábitat, pero en un sistema controlado”, dijo en forma imperativa.
Para finalizar y antecediendo a las conclusiones finales la abogada Laura Pedraza planteó trabajar en tres mesas de trabajo. Una relacionada al tema animal, otra de planificación urbana y una tercera desde la mirada institucional, con profesionales en las distintas áreas organizando un cronograma de trabajo y bajo un calendario concreto asentado en los objetivos propuestos.
Luego vendrían las conclusiones finales. (ver nota)