Hace 50 años se vendía todo tipo de animales silvestres y entre ellos “loros” como si fuera mercadería de exportación. Como trapos, heladeras o colchones. Entre las ‘especies exóticas’ estaban las parabas Barba Azul que, según estimaciones, han sido vendidas ilegalmente por los menos 2.000 individuos a Europa y Estados Unidos. Esta cifra se engrosa cuando sumamos las comercializadas dentro del territorio nacional. De acuerdo a ciertas (malas) costumbres tener una mascota era (y lo sigue siendo) un acto de prestigio o galantería, sobre todo si era un ejemplar de estas características.
Hoy la paraba Barba Azul (Ara glaucogularis) es una especie en peligro crítico de extinción con una población estimada de 455 individuos. Esta especie es endémica y solo habita en las sabanas del Beni. Las verdaderas amenazas para su sobrevivencia es la pérdida de hábitat, además del tráfico ilegal y el uso de plumas en tocados para danzas de los Macheteros.
Su ecosistema sufre de varios embates.
Su hábitat es inundable durante la mayor parte del año y es altamente inaccesible, con pastizales esporádicos bosques, islas de bosques que todos los años se ven amenazados por incendios y por la ganadería extensiva e incluso con el monocultivo de soya.
En estas extensas pampas abiertas, con cierto tipo de bosques, con galerías al medio, la Barba Azul vuela hasta 20 kilómetros diarios. Recorren su día entre alimentarse en un sitio y dormir en otro. Sus lugares estratégicos para descansar son generalmente islas de bosques hechas por seres humanos hace 4.000 años. Alejados de predadores, sus dormideros se convierten en sitios inexpugnables al que acuden por las tardes y el que abandonan por las mañanas.
El motacú es el alimento más importante para la paraba. Pero anida generalmente en la Palma Real. Combinadas ambas, es un sitio ideal para que ellas se alimenten y se reproduzcan.
Según la Asociación Armonía antes no había mucha información de esta especie. “Fue un trabajo arduo descubrir dónde estaban, cómo vivían, cuál era su hábitat y cuáles eran las amenazas de las que eran víctimas”, dice el ecologista holandés Tjalle Boorsma que, desde hace una década, dirige el Programa de Conservación de la Paraba Barba Azul de la Asociación Armonía. Cuenta Boorsma que organizaron el primer censo de esta paraba en 2015. “Registramos 455 individuos, línea base oficial, porque no había registro ni estudio para entender el tamaño de la población. El número de estas aves es tan reducido que se determina que la especie está en peligro crítico de extinción. Nuestra meta es hacer un estudio en 2025 para saber cuál es la tendencia de la población. Nuestros datos preliminares nos indican que han aumentado, pero no sabemos exactamente a cuánto”.
Las reservas
La Asociación trabaja en Bolivia desde hace 30 años, sin embargo, en los últimos tiempos han elaborado algunas estrategias ante la amenaza de extinción de estas aves. En primer lugar, asegurar que sitios prioritarios de la Barba Azul estén bajo protección. “Armonía ha creado dos reservas privadas naturales netamente para la conservación de la paraba Barba Azul”.
Una es la Reserva Barba azul, de 11.000 hectáreas, ubicada entre Santa Ana y Santa Rosa de Yacuma. Esta es una zona primordial donde las parabas se juntan en la época seca antes de migrar a su zona reproductiva.
“Todavía no sabemos por qué se congregan en los bosques de motacú, pero ahí se juntan en cantidades importantes, hemos registrado 228 individuos en dicha reserva y estimamos que es el 40% de la población total”, dice el ecólogo.
La segunda, Reserva Laney Rickman, tiene 2.500 hectáreas y se encuentra al sur de Loreto, cerca de Trinidad. “Ahí estamos protegiendo el ciclo reproductivo mas importante y conocido de la paraba en la zona sur”, remarca.
Las parabas que se encuentran en la reserva barba azul (zona norte) no son las mismas que se encuentran en la otra reserva y les sirve para pensar en estrategias de conservación diferentes, ya que algunas pueden servir para una y para otra zona no.
Cajas nidos
Otras de las estrategias, la segunda, dicen desde la Asociación, es asegurar que haya sitios y condiciones para su ciclo reproductivo. Nidos para barba azules. “En 2005 comenzamos con programas de Cajas nidos en la zona sur, colocamos 20 cajas nidos y todas las cajas nidos estaban ocupadas por aves, no necesariamente por las parabas y nos dimos cuenta que faltaban huecos para anidar. Desde ese 2005 estamos con un programa grande de cajas nidos y hasta la fecha nacieron 230 Barba Azules de nuestras cajas nido”, afirma Boorman.
Cabe mencionar que cada pareja puede tener entre 1 a 3 pichones cada vez que cría. Estas aves reproducen cada dos años aproximadamente. Estar con esas cajas nidos y tener esas reservas les ha demostrado que tiene un impacto de gran escala.
Trabajo con ganaderos
“Es un trabajo muy fuerte que estamos encarando con los ganaderos, productores de carne para proyectos más sostenibles en el Beni. Armonía está haciendo ganadería en un 50% de la reserva Barba azul. Estamos con un modelo de ganadería sostenible mostrando que, en ese ecosistema de pastos nativos, se puede tener un modelo productivo compatible con el medio ambiente. Consideramos que la ganadería es uno de los pocos sistemas productivos que son compatibles con sistemas de pastizales. Queremos mostrar a los ganaderos es que si van a implementar ciertas prácticas las ganancias van a aumentar, pero, además, están protegiendo hábitats importantes para especies amenazadas, obviamente enfocadas en las parabas Barba Azul”, afirma el experto.
Una tercera estrategia de conservación que lleva adelante Armonía tiene que ver con los vistosos Macheteros, danza tradicional de Beni. Para un solo tocado de los hombres que bailan como Macheteros, se mataban hasta 15 parabas. “Implementamos hace 15 años un programa de plumas artificiales. Ahora la mayoría de esos tocados son con plumas artificiales. Hemos logrado tener un impacto importante netamente enfocado en las parabas en general. Ahora son plumas de tela, pintadas que parecen naturales”, señala satisfecho el holandés.
Entre los argumentos casi filosóficos que desea el director de conservación es tener una población bien grande de animales conectados entre sí. “Que sean numerosas y que crezcan, que haya corredores y se esparzan que haya más áreas protegidas, crear zonas de mucha alimentación, etc.”, dice emocionado.
En el caso de Beni y comparando la zona sur con la norte, donde no hay hasta el momento ningún conocimiento de combinación genética entre ambas poblaciones, “existen diferentes hábitats e incluso comportamientos de las parabas, por ejemplo: en la zona sur iniciamos el programa Cajas nido en un bosque seco entre sabanas con árboles y sabanas de palma blanca, boscoso y abierto. Donde hay palmeras colocamos nidos 4 metros de altura. Para nosotros era una idea excelente poder replicar en la zona norte, sin embargo, en épocas seca colocamos ahí las cajas nido y resultó que allí las parabas nunca quisieron usarlas”. Agrega que observaron que casi todas las parabas salieron de la reserva Barba azul en época de lluvia, que es la época reproductiva. En la zona norte están en época seca y luego van a migrar en zona de nidos. Hasta 2017 no se sabía de las migraciones. “Buscamos adónde iban las de la subpoblación norte fuimos y encontramos los nidos de la Barba Azul de la zona norte que anidaban en la palma real a mayor altura en pampas completamente abiertas. Iniciamos entonces un nuevo programa de cajas nido en la zona norte colocando las cajas nido encima de un palo de eucaliptus a una altura que oscila entre 6 y 12 metros”.
No hay evidencia que en la zona sur de la reserva se produzcan migraciones. La población norte, migra. Mediante GPS se les hizo seguimiento y descubrieron que van más hacia el norte a unos 100 kilómetros, donde hay bosques de palma real.
Las buenas intenciones se bañan en las aguas del pensar en restaurar hábitats nativos para estos animales o buscar sistemas con plantas nativas.
“No estamos a favor de plantaciones de pasto africano ni traer palmeras africanas porque no tiene consumo de nuestras especies originarias. Estamos pensando en restauración de hábitats. No se tiene que hacer con especies exóticas. Queremos empujar ecosistemas compatibles con lo nativo. No necesitas cambiar un uso de suelo por otro uso de suelo”, concluye.
Existen diferentes estrategias para ambas reservas. En la zona sur protegieron el hábitat y crearon áreas apropiadas para la reproducción y es ahí donde permiten actividades de educación ambiental. “Vamos a establecer un centro de información para estudiantes, pero no para el turismo”, dice.
Mientras tanto en la reserva Barba Azul (zona norte), existe un programa de ecoturismo, con 4 cabañas, comedor, donde anualmente llegan turistas, que buscan el avistamiento de la paraba Barba Azul, además de otra fauna del lugar.
Al ser creada la reserva en 2008 y poblaciones de pumas, jaguares, borochi (lobo de Crin o zorro grande) también aumentan en la reserva y hay avistamiento de esos depredadores y otros mamíferos.
El canto de la Paraba Azul es diferente al de la Barba Negra. Por su canto se identifica no solo las diferentes especies, sino el momento que representa cuando lo emite. Al volar en grupo se puede distinguir un canto de la alegría, mientras que el de peligro es otro canto, sin embargo, no hay estudios que sostengan estas hipótesis. Hay gran diversidad de cantos que en el campo se pueden apreciar y dan lugar a diferentes interpretaciones. Cuando están en el bosque, sentados, alimentándose, en pareja, etc. hay muchas variaciones de sonidos y “vocalizaciones” que comunican estados de ánimo o mensajes con su pareja. (FOTOS: Asociación Armonía)