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Santa Cruz de la Sierra

Manos y palmas para quienes buscan la sostenibilidad y mejores días

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Las mujeres de Paurito, Santa Cruz, son heroínas de tierra adentro. Cuando la demanda es grande inician labores a las 7:00 hasta medianoche y más. Se manejan con un ancestral conocimiento en el tejido de la palma y en la construcción del sombrero de saó. Se enredan en nuevos sueños con sus manos hecha arte. Sin embargo, este grupo de 30 mujeres veían que, de seguir con la fabricación y venta de los sombreros, de manera tradicional, su economía continuaría magra. Pero una mano lava a la otra y las dos lavan la cara. Un refresh de los nuevos tiempos llegó hasta la comunidad y les produjo un nuevo despertar. Un colectivo de mujeres llamado Lengua de Urucú entendió que había que ayudarlas y asociarse para tomar nuevos impulsos. La propuesta fue darles valor agregado a sus productos, que una vez diversificar su variedad ponerlos en el escenario de la alta moda. Santa Cruz se viste de esta manera con artículos refinados, originarios y de calidad no solo estética sino de confección.

La moda no incomoda

Carteras, aros, collares, bolsos y todo tipo de sombreros han revalorizado el material y el arte del que son parte las mujeres de Paurito.

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La presidenta de la Asociación de Tejedoras de Saó de Paurito, Mariela Gutiérrez, dice que están innovando con nuevos productos. “Hacíamos los sombreros de tamaño mediano añero tropero, en color natural, ahora modificamos a sombreros voleadas, canastas, cestos lámparas, caminos de mesa, pero cada día nos animamos a hacer nuevas cosas, es un gran desafío para nosotros y las cosas están saliendo muy bien”.

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Desde la autonomía y el microemprendimiento buscan canalizar su llegada con el producto en una renovación de oportunidades. El urbanismo y la moda se abrió paso a nuevos tejidos.

El proceso

A 40 kilómetros de Paurito, a orillas del Río Grande, en el Municipio de Cabezas, los hombres extraen la palma. Las traen en toda época del año por encargo, al menos que llueva mucho o se inunde y no puedan ingresar, sin embargo, hay materia prima todo el año. La palma se reproduce de manera natural, sin embargo, extraen cada 15 días, para darle tiempo y dejarla crecer.

“Las extraen con varas con cuchillo filo. Nos la traen en maitos (cada uno contiene unas seis cabezas) El saó normal cuesta Bs 8 el Maito y el escogido a Bs 12 para que salgan los sombreros blancos”, explica Gutiérrez.

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Esperan dos o tres días para comenzar a despinar. Una vez que se sacan las espinas, se destronca, se desechan las partes de las orillas, aunque se usa para hacer escobas. Nada se pierde, todo se transforma.

Ocupan la parte media, juntan las hebras, se añaden en distintos momentos. El proceso del tejido no es simple, pero como toda práctica se perfecciona en la acción hasta lograr las piezas que se juntan, se doblan, se ajustan las orillas, se sacan al sol, al sereno, se recorta y luego se ponen a la venta. Se elaboran dos sombreros al día.

El trabajo es individual y en familia. La Asociación se usa para vender o para los trabajos grandes. Hay encargos de decenas de sombreros en ciertas épocas del año. “Nos enseñaron a sacar costos y nosotros trabajábamos porque nos gustaba. Ahora invertimos y también le agregamos la ganancia”, revela la presidenta de la Asociación.

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El problema consuetudinario fue dónde vender. No tienen tienda, casas, instituciones para exhibir y colocar el producto. Canalizar las ventas sigue siendo un desafío. En la ciudad los mercados no le ofrecen una oportunidad de venta no solo por el bajo precio sino también por el pago que es informal.

Incursionar en la moda es un desafío que los propios diseñadores ponen en escena. Los Hijos De Ramón le presentaron modelos y les preguntaron si podían hacerlo. Ellas afrontaron el desafío y con empeño, dedicación y tras largas jornadas de trabajo, lo lograron.

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“Hemos tardado semanas en sacar modelos, nuestro trabajo es tejer redondo. Pero cuando piden en cuadrado nos cambia todo. Nuestra forma de tejer es circular”, resume Gutiérrez, quien aprendió a tejer desde los 5 años asomándose, en puntas de pie, sobre los hombros de su madre.

Asociación de Mujeres de Bolivia les ayudó a comprar ciertas herramientas por ejemplo remaches.

Algunos llegan hasta Paurito para encargarles trabajos, sin embargo, las redes y la tecnología posibilita fluidez en la comunicación. Les envían fotos y piden modelos determinados, ellas no dicen no, lo intentan hasta sacarlos y satisfacer la demanda.

Manos tejedoras, sustento de sus economías, habilidades de un corazón valiente que lo pueden todo.

Economía sustentada

En diciembre pasado fue su primer desfile de moda. En febrero de este 2024 fue el segundo en Design Center con una colección presentada por Los Hijos de Ramón.

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Hicimos una línea de producción nueva apegada a lo urbano. Con otro precio y nuevos elementos.

Buscar las resiliencias no quedarse en donde uno está, nuevos tejidos, nuevos puntos, formatos, tamaños, colores, texturas. Nuevos caminos y formas para tener posibilidades. La doblez de la emoción, otras pasarelas vinculan estas ilusiones a una realidad soñada.

Sandra Concepción Velasco, del colectivo Urucú, confiesa que fue clave trabajar la autoestima. “Que vean las nuevas marcas, es triste cuando uno no tiene la mirada de su trabajo, eran originarios con miradas ausentes”.

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Desde allí pintan su aldea y sin pretender conquistar el mundo, mantienen vibrante sus tradiciones y revalorizan su saber y su habilidad. Ya se hizo de noche, suben al transporte que las devolverá a sus casas, lejos del mundanal ruido y con una sonrisa ancha se encontrarán con los suyos que las esperan con los brazos abiertos y ellas le dirán al abrazarlos que están cumpliendo un sueño y que las hace felices poder compartirlo.

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