Todos los días la ciudad pierde espacios verdes. No pocas veces las normas y reglamentaciones quedan solo en papeles archivados y en cajones que nadie abre. La laguna Claracuta, por ejemplo, hace unos lustros, tenía casi 20.000 mts2, pero en poco tiempo perdió casi la mitad debido a loteamientos y exceso de deshechos y basura que arrojaban los desconocidos de siempre.
Cuando los planes de sostenimiento hacen agua, es difícil mantener una línea que debe ir acompañada de varias instancias privadas y públicas, además del compromiso de su protección y cuidado de parte de los vecinos.
Si bien en 2021 se llevó a cabo una pausa ecológica, donde se rescataron algunos ejemplares, capiguaras, por ejemplo, las tareas de mantenimiento comenzaron a espaciarse y el olvido le ganó al control.
De a poco y en forma constante camiones con residuos y escombros rellenaron sus bordes y le fueron ganando terreno a la laguna para asentarse en forma precaria ocupando una zona “protegida” ubicada en la zona norte de esta capital en el distrito 5.
La función de regulación se fue extinguiendo. Los barrios aledaños no desagotaban en las lluvias y el deterioro de la zona fue haciéndose más evidente.
Este reservorio de agua tenía exactamente 19.328 mts2 y quedó reducido a menos de 8.000 mts2. Fue entonces que vecinos del Distrito 5, la subalcaldía, Emacruz, el Consejo Departamental de la Juventud de Santa Cruz, la Fundación Nunataí, cinco universidades una veintena de instituciones de la sociedad civil se arremangaron y de tener una laguna llena de basura, animales muertos, electrodomésticos y todo tipo de cacharros contaminantes, a lograr una laguna limpia y mejorada en todo su alrededor.
El objetivo fue rehabilitar la flora y la fauna para conservar y recuperar el ecosistema acuático. Más de 1.000 personas le pusieron el hombro y las ganas para recuperar un ecosistema de alto valor para la ciudad y durante 5 meses, que duró el proyecto, las mejoras se vieron semana tras semana.
De acuerdo a Joel Justiniano, Consultor Coordinador de Proyecto de la Fundación Gobierno Abierto y uno de los líderes del emprendimiento, se ha corroborado el análisis del agua, los nuevos datos de la flora y la fauna del lugar y la inspección de las instituciones que financiaron el mismo bajo un costo aproximado de Bs. 60.000.
A decir de los organizadores participaron mediante un concurso de proyectos y fue financiado por la Fundación Semilla, VAC y la WWF, de igual manera fue importante contar con las casi 30 instituciones que participaron, eso ayudó a solventar algunos gastos extras, dice Justiniano.
En el proceso hubo reforestación interna colocando plantas naturales, purificadoras de agua y también una reforestación externa de la playa de la laguna con especies nativas.
“Se trabajó para recuperar casi 1.000 metros, en la parte externa se reforestó pensando en una 2da etapa colocando las plantas separadas marcando dos sendas, en ese sentido la idea es que ese espacio sea una senda ecológica o un pequeño bosque urbano con iluminación y viendo todos los detalles para proteger y no dañar el ecosistema”, corrobora Justiniano que también fungió como director de comunicación del Consejo Departamental de la Juventud de Santa Cruz.
Hoy la laguna Claracuta es un lugar limpio lleno de agua y vida, incluso se ha reforestado un área importante con el fin de recuperar algo de lo perdido. Sin embargo, según los organizadores del proyecto, existe una falta de voluntad política para recuperar los terrenos loteados, continúa la inseguridad y lamentan que aún cazan a los animales que merodean la laguna.
Existe la posibilidad de extender en una 2da fase el proyecto en la misma laguna Claracuta. El grupo responsable de este emprendimiento verde busca nuevos financiamientos para replicar lo realizado en otros sitios de la ciudad de los anillos.