Los centenarios cupesí de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra tienen un rol central dentro de la ecología de la urbe. Llegan a hospedar a más de 50 variedades de plantas, insectos y animales
Son cada vez más escasos en el paisaje de la urbe cruceña y viven constantemente amenazados de ser derribados o mutilados por los cortes inescrupulosos de sus ramas. Algunos, ya centenarios, resisten y siguen siendo un referente en la ciudad.
Basta decir: ‘el cupesí del Nacional Florida’ o ‘el cupesí del mercado Los Pozos’, para que, sin necesidad de citar las calles, una persona se ubique geográficamente. Ni que decir que bajo la sombra de muchos de ellos se tejió buena parte de la historia de Santa Cruz de la Sierra, que hoy parece priorizar las edificaciones y el cemento en desmedro de los espacios naturales.
Pero más allá de la nostalgia y de su belleza natural, el cupesí, algarrobo o thacko (Neltuma chilensis) tiene una importancia vital, desde el punto de vista ecológico “El día que se derriba o se corta un cupesí, se pierde todo un ecosistema. En su cuerpo llegan a vivir entre 50 a 60 especies de plantas, animales e insectos.
Es decir que, si se corta un cupesí, sobre todo los más longevos, se pierden con él muchas otras especies y que no se van a recuperar, por más de que se siembren decenas de nuevos cupesís”, afirma el botánico Alejandro Angulo, que años atrás lideró la iniciativa de Colectivo Árbol de hacer un relevamiento de los árboles más antiguos de la ciudad para identificarlos. Si bien no se pudo realizar un mapeo amplio, la actividad visibilizó a los algarrobos centenarios, algunos hasta podrían tener unos 200 años, además se evidenció la falta de protección y de cuidados a los que están expuestos.
Angulo explica que el cupesí es un Forofito, término que define a los árboles que sirven de hospederos de otras especies y el cupesí es el más importante que tiene la capital cruceña.
“En ecología los árboles forofitos son muy importantes porque funcionan como una unidad sistémica funcional, o sea son como un ecosistema. No hay otro forofito en la ciudad que se le compare a ese nivel para albergar diversas formas de vida. Es verdad que hay muchos árboles que pueden alojar otras plantas, pero el cupesí por la corteza que tiene, por los años que vive y el tamaño que tiene es el mejor que hay en Santa Cruz de la Sierra”, comenta el botánico.
Plantas como el Güembé de tronco (Anthurium plowmanii) la Pitajaya silvestre (Selenicereus setaceus), Nigüa (Rhipsalis baccifera) y el Clavel del aire (Tillandsia didisticha) son algunas de las que, junto con las bromelias, cactus y orquídeas, habitan en él.
Pero son los insectos (abejas nativas, hormigas y otras especies) y reptiles (como el Tropidurus) los grupos que más están presentes en los cupesís. También algunas, aves como el tiluchi (Furnarius rufus) y el tiluchi espino (Pseudoseisura unirufa) son habituales inquilinos de estos árboles.
En menor grado, tanto por el fruto como por su corteza, no son muy buscados por murciélagos. No es un árbol preferido por ellos para “perchar”, que es así como se llama a la manera en que se posan al revés los murciélagos para dormir, pero sí es verdad que se puede pillar uno que otro ejemplar en él.
Origen y distribución
El algarrobo o cupesí es originario de Sudamérica. En Bolivia crece en forma natural en los valles áridos del interior andino, piedemonte y llanura chaqueña, en los departamentos de Santa Cruz, Cochabamba, Chuquisaca y Tarija. La especie tiene una amplia distribución y habita también en Perú, Argentina y Chile.
Puede establecerse en sitios con condiciones climáticas variadas. Además, puede soportar temperaturas entre los -20°C hasta 48°C y se adapta a la radiación solar y a gran luminosidad, característica de un clima semiárido.
En las zonas rurales del país es considerada como una especie forrajera importante por la producción de frutos, que son usados para la alimentación junto al follaje tierno del ganado, principalmente vacuno. “Provee sombra para el ganado y es considerada una buena especie melífera. Los frutos, llamados o vainas en el lenguaje popular, constituyen un importante recurso forrajero en los largos períodos de sequía estival. Se utilizan en la preparación de “arropes” y bebidas populares. Su pulpa es utilizada en medicina popular para aliviar afecciones cardíacas”, indica un informe de la FAO.
La semilla del fruto del algarrobo es comestible y tiene un alto valor nutricional, además de los hidratos de carbono contiene otros nutrientes como fibra, proteínas, vitaminas (B) y minerales, como calcio, fósforo y hierro. En la actualidad se comercializa en forma de harina y este producto como otros derivados son comercializados por organizaciones como la Capitanía del Bajo Isoso.
Necesita protección
Los conservacionistas y botánicos coinciden en que la desprotección que hay de los cupesís centenarios que hay en la capital cruceña. “Casi no se encuentra un cupesí que no tenga algún daño por hongos o algún agente infeccioso, porque las autoridades responsables de su cuidado no cumplen los protocolos fitosanitarios porque se hacen las podas con las herramientas sin desinfectar, algo que es fundamental para no transmitir los hongos y bacterias. Incluso en muchos casos se siguen usando herramientas de impacto, que son machetes y hachas, que son para árboles que ya están en el suelo y no son para podar”, explica Angulo y agrega que lo ideal es que se reduzca la mayor cantidad de poda de estos árboles.
“En la ciudad tenemos la creencia de que, a más poda mejor, porque se tiene que dar ‘forma’ al árbol, pero no es así, los árboles ya vienen en su código genético con una arquitectura y se tiene que respetar la arquitectura del árbol. La poda tiene que ser en casos extremos. Un árbol es una historia viva, una historia que habría que aprender a comprender”, concluye Angulo.