Juan Carlos Catari, Alejandro Angulo y Heinz Arno Drawert son los investigadores que descubrieron la nueva especie Ceiba camba. El camino no fue fácil. Su trabajo había sido rechazado en Bolivia.
Hacía más de 100 años que botánicos, especialistas y entendidos estaban convencidos que, acá en Santa Cruz, los toborochis pertenecían a la ceiba speciosa, sin embargo, un grupo de jóvenes científicos descubrieron que no era así. Como tantas veces la investigación comenzó por otro lado, de repente comienza el lío. Los científicos Juan Carlos Catari, Alejandro Angulo y Heinz Arno Drawert buscaban otra especie, la ceiba pubíflora, que estaba registrada para Brasil. Uno de ellos, Juan Carlos Catari encontró en la Chiquitania una flor de toborochi diferente a la que usualmente se ve en Santa Cruz de la Sierra. “Nos envió fotos y tenía razón. Estudiamos, revisamos y comparamos. Era una especie que no estaba registrada para Bolivia. Esa fue la razón por la que empezamos a estudiarla con Alejandro y Juan Carlos. Nos pusimos manos a la obra con la otra especie”, relata Drawert.
Revisaron y compararon con otras especies las fotografías de los toborochis que hay alrededor de la ciudad. Detectaron que los de acá eran diferentes a los que había de Brasil, Uruguay Argentina. Drawert dice: “Hay 4 clases de Toborochis. El rosado (ceiba camba), el jaspeado (cieba pubíflora), el de los Valles (cieba boliviana) que también le dicen Jorochi y el blanco del Chaco (ceiba chodatii). Dentro de la ceiba, en la sistematización científica donde entran los toborochis pertenecen también los mapajos, que hay dos especies más”.
Lo establecido indicaba que lo que había en Santa Cruz era ceiba speciosa. “De lejos las puntas de las flores se ven rosadas, pero es lo único similar, el resto de las características es diferente. No podíamos creer que algo tan consabido no sea verdad”, afirma el científico. Salieron de la ciudad, buscaron corroboraron en bases de datos y en trabajos de mucha gente. Revisaron más de 10.000 fotografías de flores de toborochis de Sudamérica. Hicieron una sistematización de las características florales de las fotografías donde se tomaron en cuenta unos 30 caracteres de cada flor y al final había más de un millón de unidades de datos para comparar entre los registros. Se hicieron los análisis estadísticos y salió que la ceiba del oriente boliviano era diferente a la ceiba speciosa de la costa atlántica de Brasil. Se hicieron estudios complementarios para cuidar la propuesta que se iba a hacer porque la consideraban muy radical. Sabían que estaban pateando el tablero. Los botánicos establecidos no iban a admitir que se habían equivocado o que les había faltado rigor científico. Lo mismo había pasado con la ceiba pubíflora, que es con la que comenzó esto, porque estaba registrada como ceiba speciosa. “Suponíamos que era porque la punta de los pétalos también eran rosadas, desde lejos se ve rosado y por ende es ceiba speciosa, pero nadie vio los detalles, porque las formas de las estructuras florales son distintas. Sabíamos de ese antecedente. Al seguir analizando percibimos que las hojas de la ceiba camba son distintas y distinguibles de la ceiba speciosa. Es hasta más fácil diferenciarla por las hojas que por la flor”, especifica.
El proceso y su historia
Un largo camino de impedimentos los esperaba. Primero descubrieron que la ceiba pubíflora no era la perteneciente a la Chiquitania y que no estaba registrada para Bolivia, entonces alistaron una publicación científica para hacer un registro en el país. Casualmente hubo problemas con esa publicación y no vio la luz, sin embargo, los datos que se presentaban en ella aparecieron en otra publicación. Alguien les había plagiado parte de ese trabajo. La sombra de la desconfianza hacia el círculo de científicos locales les hizo cerrar puertas hacia adentro y las investigaciones continuaron entre los tres científicos. Mantuvieron la investigación en secreto durante 3 o 4 años. Cuando tuvieron la publicación lista consultaron con la revista Bonplandia, pero los argentinos enviaron el artículo para revisión de pares a Bolivia. Sin argumento alguno la rechazaron. “El revisor nos dijo que el trabajo no era serio. Hablamos con el zoólogo Damián Ruminz, de la Fundación Simón I Patiño y nos aconsejó que lo conversemos inmediatamente con la gente del Museo. Luzmila Arroyo, directora del Museo Natural Noel Kempff Mercado, vio el trabajo y nos contactó con Michael Nee, curador del Jardín Botánico de Nueva York. Él había estado y publicado en Bolivia. Dos días después estábamos reunidos por vía zoom presentándole el trabajo”. Aquel encuentro fue clave, les abrió el camino que parecía cerrado. El científico estadounidense les aseguró que estaban en lo correcto y les aconsejó publicarlo en inglés y en alguna de las revistas más prestigiosas del mundo. “Lo reinscribimos en inglés, Ruminz primero lo revisó para las cuestiones metodológicas sobre todo y nos dijo que estaba bien, lo enviamos a Nueva York, lo revisó Nee y nos dijo que estaba perfecto. De ahí la enviamos a la revista Phytotaxa, una de las tres revistas científicas más top. Pasó la revisión de pares. Hubo algunas observaciones menores, de alguna palabra por ejemplo y luego la publicaron después de dos semanas de estar en la lista de publicación”.
El trabajo cambió de ruta, de manos y de destino. Lo habían logrado, el reconocimiento estaba lejos, del otro lado del océano. El editor de la revista Phytotaxa se encargó de darle prioridad a la publicación. A partir de ese momento Bolivia y la palabra camba entraban en el mapa y en el bronce de la historia.
Un logro más. Antes de presentarlo oficialmente en el Centro Simón I Patiño de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra ya estaba publicado en el Índice de nomenclatura de plantas. Normalmente para ingresar a ese índice pasan meses o incluso años y les sorprendió gratamente que la ceiba camba ingresara en dos o tres semanas. “Nos contactaron importantes Jardines botánicos e instituciones científicas de varios países para solicitarnos la publicación. De común acuerdo los tres quisimos que sea de acceso libre porque así es la ciencia, universal y sin restricciones”.
La comunidad científica está recién comenzando a digerir el hallazgo. Fue un sacudón. Seguramente las repercusiones, en este campo, provocará una revisión de géneros, otras especies. El impacto continúa a nivel de actividades urbanistas, en el mercadeo de productos con la marca “ceiba camba”, en actividades artísticas, etc., porque la ceiba camba fue nombrada para quedarse.
¿Dónde habita? La ceiba camba nativamente está en Santa Cruz. Su límite natural se encuentra al sur del departamento y luego hacia el norte y hacia toda la Chiquitania se manifiesta, sigue hasta Beni y gran parte de Pando y entra a Perú en la provincia Madre de Dios y a Brasil en Rondonia y Mato Grosso. Si es rosado es ceiba camba. Si es cultivado puede haber en otros sitios como por ejemplo en Tarija, La Paz, Cochabamba)
¿Cómo se distingue?
En la flor hay varias características. En el centro de la flor, donde se unen los pétalos tiene una coronita que en ceiba camba es amarilla y en solo algunos puede ser rosada. Mientras que en ceiba speciosa es de color guinda o café, casi rojizo. Otra diferencia es que ceiba speciosa tiene en los pétalos unas líneas oscuras de color café; la flor parece como rayada. La ceiba camba también tiene líneas, pero escasas e incompletas.
Otra diferencia es el estigma, un tubito que sale del centro de la flor que tiene una bola adelante y de ahí sigue saliendo un hilito blanco. En la punta viene otra bolita, que en la ceiba camba es oscura por lo general roja o guinda, mientras que en la ceiba speciosa esa bolita es blanca o rosada.
Las bondades del árbol
El toborochi tiene panza, un bulto en el tronco, donde acumula reservas para la época seca. Es generoso con los animales que se sirven de sus flores, hojas y frutos, sobre todo en época de sequía y escasez de alimentos. El toborochi florece justamente al inicio de esta época seca dándole la oportunidad de alimentarse a monos, loros, aves, perezosos, etc. Tiene un papel importante dentro del ecosistema, sobre todo de mamíferos y aves.