En Bolivia las ocurrencias diarias de cambiar el mundo vuelan y a veces aterrizan. Un proyecto personal suele ser un disparate o una genialidad, depende. Juan Cristóbal Quiroga vive en Cochabamba, una ciudad de un millón de habitantes con un clima envidiable y una deliciosa gastronomía. Un cielo azul y abierto de posibilidades le impulsó a proyectar casi sin querer y así también provocó un impacto en su comunidad. Así nació “Adopta un árbol urbano”.
Fue casual, relata desde el otro lado del teléfono. Se le antojó conocer si los árboles eran nativos o introducidos. Paralelamente observó que en medio del boom de la construcción en su ciudad natal desaparecían muchos árboles.
Por otro lado, crecía la queja de la gente de no tener sombra, sin embargo, la paradoja era que quienes más se quejaban eran los primeros en talar los árboles. Observación empírica fácil de corroborar con los vecinos más inmediatos.
Quiroga cuenta que identificó a los árboles grandes que había en la ciudad y le colocó una placa como protección. “Al principio identifiqué 70 árboles de diferentes especies, para que no los corten. Eso fue en 2013 y 2014”, dijo. Con el paso del tiempo observó que el resultado era contundente. Más del 90% de los árboles se mantienen hasta hoy con la placa y de todos solo uno murió, los demás quedaron. Esta práctica le dio una oportunidad de vida a los árboles, y le permitió a la gente conocer el nombre de la especie, el tiempo de vida, en fin, datos que terminan por protegerlo. “Pareciera que al ver la placa produce cierta intimidación y no lo sacan”, dijo.
Su misión es proteger los árboles nativos urbanos de la tala, pero además generar un alivio en la contaminación ambiental.
Con el paso de los días se conformó un grupo de gente donde cada uno adoptaba el árbol. “Se le ponía el nombre y lo adoptaba, digamos, poniéndole la placa y se encargaba de cuidarlo, que siga en pie que no lo talen, de cuidarlo de alguna manera”, relata con su mirada en el recuerdo.
Un árbol absorbe entre 20 y 30 kilogramos de dióxido de carbono. Cada persona requiere el trabajo de 22 árboles para subsistir.
Uno de los objetivos de la campaña se ciñó en la planificación urbana, donde los árboles, sobre todo nativos deberían tomarse en cuenta y protegerse. Aconseja después del recorrido por los años que no es bueno dejar árboles aislados. “No estoy a favor de que se coloquen árboles grandes en las aceras que sean un riesgo, la idea es que se coloquen los adecuados”.
Hay un 20% de los árboles que le puse la placa que son introducidos, pero eran emblemáticos aquí en la ciudad, muy lindos y que igual merecían el cuidado.
A partir de esto se organizó el proyecto ‘No a la tala de árboles urbanos en Cochabamba’ (también hay en Santa Cruz). “Un poco hice esto por una satisfacción personal, como un juego, se hacía divertido encontrar un árbol de una especia nueva y protegerlo, han participado otras personas también. Llegó un momento en que censé y puse placas a todos los árboles importantes luego pasaron años y actualmente estoy en otros proyectos relacionados al medio ambiente. Fuimos por ejemplo la primera empresa que se les ofrecía bicicletas gratuitas a todos los trabajadores para ir al trabajo en dos ruedas y eso funcionó por un tiempo”.
Ningún funcionario o instancia de los gobiernos locales, departamentales o nacionales se sumaron a la campaña, se sonríe porque piensa que siempre se mueven por intereses. Cuenta que en un parque cercano a su casa plantan árboles tratando de priorizar especies nativas, pero la alcaldía lo ha tomado y al hacer obras civiles todo quedó en nada.
Quiroga estudió administración de empresas e ingeniería medio ambiental, actualmente trabaja con diseños gráficos para periódicos de Dinamarca. “Exportamos servicios y mano de obra calificada”. Entre los nuevos proyectos, de este lado del mundo, Juan Cristóbal trabaja con animales domésticos.
