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Santa Cruz de la Sierra

¿Homo Sapiens hábiles creadores de la destrucción?

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Verónica Stella Tejerina Vargas

Mgr. Educación Intercultural Bilingüe (EIB)
Viajera, amante de la fotografía y la ilustración

“Somos más poderosos de lo que nunca fuimos, pero tenemos muy poca idea de qué hacer con todo ese poder. Peor todavía, los humanos parecen ser más irresponsables que nunca. Dioses hechos a sí mismos, con sólo las leyes de la física para acompañarnos, no hemos de dar explicaciones a nadie. En consecuencia, causamos estragos a nuestros socios animales y al ecosistema que nos rodea, buscando poco más que nuestra propia comodidad y diversión, pero sin encontrar nunca satisfacción. ¿Hay algo más peligroso que unos dioses insatisfechos e irresponsables que no saben lo que quieren? (Harari. De animales a Dioses. Una breve historia de la humanidad. 2018:423)

Somos parte de una especie, la humana, nos hacemos llamar “homo sapiens” palabra en latín que significa hombre “sabio”. Sin embargo, a causa de nuestros actos, este apelativo nos queda muy grande. Nos hemos alejado de la sabiduría y de toda práctica que resguarde el planeta y todo lo que éste alberga, incluyendo a nuestros semejantes. La pregunta es: ¿Por qué nos inclinamos por la destrucción? ¿Por qué, pese a tener la información necesaria sobre las causas medio ambientales, no actuamos acorde con las necesidades del planeta?
En este artículo buscaremos brindar algunas reflexiones que nos permitan mirarnos como especie para comprender nuestro accionar, contradicciones y también esbozar posibles soluciones. Para tal propósito recurriremos a la bibliografía de Yuval Noah Harari, profesor e historiador de la universidad de Jerusalén, que de manera crítica ha seguido los pasos de nuestra especie, brindando respuestas vitales en el camino de la auto-comprensión y conocimiento de “homo sapiens” y su relación con sus similares y su entorno.

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  1. Innato talento para la curiosidad, la expansión y la destrucción

La historia del ser humano va de la mano de la exploración de su territorio, somos curiosos por naturaleza, desde la época en la que fuimos cazadores recolectores, para luego surcar mares, llegando a lejanas tierras, hasta la expansión agrícola, en búsqueda de tierras para cultivar los alimentos y posterior colonización territorial en búsqueda de riquezas. Lastimosamente en cada una de las incursiones humanas el impacto ambiental fue devastador para los ecosistemas. Así nos lo clarifican las siguientes palabras:
“La primera oleada de extinción, que acompañó a la expansión de los cazadores-recolectores, fue seguida por la segunda oleada de extinción, que acompañó la expansión de los agricultores, y nos proporciona una importante perspectiva sobre la tercera oleada de extinción, que la actividad industrial está causando en la actualidad. No crea el lector a los ecologistas sentimentales que afirman que nuestros antepasados vivían en armonía con la naturaleza. Mucho antes de la revolución industrial homo sapiens ostentaba el récord entre todos los organismos por provocar la extinción del mayor número de especies de plantas y animales. Poseemos la dudosa distinción de ser la especie más mortífera en los anales de la biología.” (Harari. De animales a Dioses. 2018:86)

La lista de especies arrasadas es grande, somos los causantes de la extinción de la exuberancia biológica en Australia, Madagascar, Nueva Zelanda y el continente Americano ya que: “El registro histórico hace que Homo sapiens aparezca como un asesino ecológico en serie.” (Harari. De animales a Dioses. 2018:79) Sólo para hacernos una idea de nuestro impacto destructivo, se rescatan estos datos de nuestra irrupción al continente americano: Luego de dos mil años de la llegada de los sapiens, Norte América perdió 34 de sus 37 géneros de mamíferos grandes y Sudamérica perdió 50 de un total de 60. Los felinos de diente de sable, que prosperaron por 30 millones de años desaparecieron, al igual que los perezosos terrestres gigantes, los enormes leones, los caballos americanos nativos, los camellos americanos nativos, los roedores gigantes y los mamuts. Tras ellos, miles de especies de mamíferos, reptiles y aves de menor tamaño. (Harari. De animales a Dioses. 2018:83)
En consecuencia, no podemos alegar desconocimiento o demencia, la historia nos muestra con claridad que en nuestro afán por alimentarnos y seguir nuestro instinto de expansión, lanzándonos a lo desconocido, hemos dejado una huella histórica de muerte a nuestro paso. En aquellas épocas no éramos conscientes de la extinción que dejábamos, pero ahora contamos con el conocimiento necesario para darnos cuenta que nuestras acciones están generando el caos medio ambiental, con las secuelas sociales, salubres y económicas por la que transitamos.
Actualmente nos encontramos viviendo la era del Antropoceno o era de la humanidad por el impacto que estamos causando, pues nuestra especie ha transformado la historia del planeta, como lo corroboran estas palabras: “Homo sapiens ha reescrito las reglas del juego. Esta especie única de simio ha conseguido en estos setenta mil años cambiar el ecosistema global de formas radicales y sin precedentes. Nuestro impacto ya corre parejo con el de las edades de hielo y los movimientos tectónicos. Dentro de un siglo, nuestro impacto podría superar al del asteroide que extinguió los dinosaurios hace setenta y cinco millones de años.”(Harari. Homo Deus. Debate.2015:89)

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Chris Stringer a Merit Researcher at the Natural History Museum, London, face to face with a Neanderthal skull at the press launch of the the new Treasures Gallery at the Musuem. Picture date: Tuesday November 28, 2012. See PA Story ARTS Treasures Photo credit should read: Gareth Fuller/PA Wire (Photo by Gareth Fuller/PA Images via Getty Images)


2.- La creación de redes de comunicación y las realidades imaginadas

Una de las principales características de homo sapiens es la de crear relatos que se difunden y son compartidos colectivamente. Las creencias generan la cooperación y el trabajo conjunto. Son los relatos los que aglutinan a la especie haciendo que ésta piense, sienta y se comporte de determinada manera. Esta cita nos ayuda a comprenderlo: “De la misma manera que la evolución orgánica se basa en la replicación de unidades de información orgánica denominadas genes, la evolución cultural se basa en la replicación de unidades de información cultural llamadas “memes”. Las culturas que tienen éxito son las que sobresalen en la reproducción de sus memes, con independencia de los costes y beneficios para sus anfitriones humanos.”(Harari. De animales a Dioses. 2018:251)

Por tanto, las historias compartidas a través del lenguaje, son el pegamento que hace que los humanos actúen en conjunto, aceptando prácticas comunes que tendrán su impacto en el ambiente, ya que son los relatos los que nos hacen interactuar, aceptar y tejer afinidades comunes o diferencias entre grupos sociales.

Así se tiene que: “La inmensa diversidad de las realidades imaginadas que los sapiens inventaron, y la diversidad resultante de patrones de comportamiento, son los principales componentes de lo que llamamos “culturas.” Una vez que aparecieron las culturas, estas no han cesado nunca de cambiar y desarrollarse, y tales alteraciones imparables son lo que denominamos “historia”. (Harari. De animales a Dioses. 2018:49)

De esta manera, son nuestras creencias las que definen nuestro comportamiento para con los demás y por tanto, con el medio ambiente y la naturaleza. Ahora nos toca analizar cuáles son los relatos y prácticas que hemos aceptado por ciertos y que están dañando la naturaleza, pese a tener toda la información necesarias para revertir nuestras prácticas dañinas.

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3.- La cultura del consumismo como realidad imaginada

La historia humana, ha cursado varias transformaciones, en cada una de ellas se han creado costumbres y prácticas que han ido cambiando en el tiempo, algunas creencias han dado paso a otras. Empero, una de las creencias que ha logrado imponerse de forma impactante es la del dinero, logrando poner en marcha a la humanidad. Así lo exponen estas palabras:
“Empezaré con el relato del mayor conquistador de la historia, un conquistador provisto de una tolerancia y adaptabilidad extremas, gracias a las cuales ha convertido a la gente en ardientes discípulos. Este conquistador es el dinero. Personas que no creen en el mismo dios ni obedecen al mismo rey están más que dispuestas a utilizar la misma moneda.” (Harari. De animales a Dioses. 2018:182)

La necesidad de consumo es uno de los relatos aceptados, fortalecidos y primordiales en estos tiempos, y no es que el consumo sea dañino, pues requerimos de alimento, vestimenta y de un techo para poder garantizar nuestras vidas; el problema radica en la acumulación innecesaria que le está demandando al planeta un coste impensable. Las comodidades y todos los estilos de vida de extremo derroche están desangrando al planeta, que es el lugar de donde obtenemos las materias primas para generar los objetos a los que nos hemos hecho adictos. Aquí nos lo explica la siguiente cita:
“Una de las pocas leyes rigurosas de la historia es que los lujos tienden a convertirse en necesidades y a generar nuevas obligaciones. Una vez que la gente se acostumbra a un nuevo lujo, lo da por sentado. Después empiezan a contar con él. Finalmente llegan a un punto en el que no pueden vivir sin él.” (Harari. De animales a Dioses. 2018:99)

Los múltiples relatos difundidos a través de las redes sociales nos venden la falsa idea de que la felicidad radica en la mayor cantidad de placer y bienes de consumo que acumulemos, y esto de alguna manera es cierto, ya que la comodidad y los bienes nos brindan satisfacción y placer, aunque estos sean momentáneos. El problema es que la adicción al consumo ha generado un desequilibrio en los recursos naturales y ha impactado de manera nefasta en nuestro planeta ya que: “El consumismo considera que el creciente consumo de productos y servicios es positivo. Anima a la gente a permitirse placeres, a viciarse e incluso a matarse lentamente mediante un consumo excesivo. La frugalidad es una enfermedad que hay que curar.” (Harari. De animales a Dioses. 2018:354)
Se puede afirmar que los relatos consumistas, han calado hondamente en la mente y en las emociones de homo sapiens y en su práctica cotidiana. Por ende, nadie quiere dejar de experimentar la comodidad, los lujos o estilos de vida que impactan en el planeta. Lo que nos toca hacer como especie es reflexionar hondamente las prácticas de consumo inconsciente que tenemos, dejando de comprar insumos de empresas e industrias que son altamente contaminantes para nuestro planeta.
A su vez, el consumo es una realidad imaginada, donde la gran mayoría de la humanidad cree que, para llevar una vida digna debe alcanzar los estándares y parámetros de crecimiento que le brinde la tan ansiada felicidad, sin saber que el consumo innecesario no es la respuesta, puesto que:
“El consumismo nos dice que para ser felices hemos de consumir tantos productos y servicios como sea posible. Si sentimos que nos falta algo o que algo no va bien del todo, entonces probablemente necesitemos comprar un producto (un automóvil, nuevos vestidos, comida ecológica) o un servicio (llevar una casa, terapia relacional, clases de yoga). Cada anuncio de televisión es otra pequeña leyenda acerca de cómo consumir determinado producto o servicio que hará nuestra vida mejor.” (Harari. De animales a Dioses. 2018:126)

Pese al progreso y al consumo imparable de la humanidad, la mayoría de la gente no se encuentra satisfecha o tranquila. Parecería que hemos caído en la trampa del relato del falso bienestar, traducido en actos que son nocivos para el planeta. Nos toca ser conscientes de nuestro pensar, de las creencias que alimentamos; necesitamos ser autocríticos en nuestro accionar, buscando un equilibrio con nuestro entorno, para que nuestro placer y deseos cumplidos no sean destructivos para con el planeta.

  1. La insatisfacción humana: ¿estamos diseñados para depredar?
    Lastimosamente homo sapiens es un hábil creador de destrucción. Si bien cuando éramos cazadores- recolectores depredamos nuestro entorno sin ser conscientes. Ahora, nuestro desenfreno consumista pasa por alto toda la información que tenemos sobre las causas de la degradación y el colapso ecológico causadas principalmente por la emisión de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono, a causa de que el humano quema carbón, petróleo y gas (combustibles fósiles) brindando energía a las industrias contaminantes que sostienen el comercio mundial:
    “Debido a estas actividades, los hábitats se degradan, animales y plantas se extinguen y ecosistemas enteros, como la Gran Barrera de Coral australiana y la pluviselva amazónica, podrían acabar destruidos. Durante miles de años Homo sapiens se ha comportado como un asesino ecológico en serie; ahora se está convirtiendo en un asesino ecológico en masa. Si continuamos con esta trayectoria, no solo se llegará a aniquilar un gran porcentaje de todos los seres vivos, sino que también podrían debilitarse los cimientos de la civilización humana.”(Harari. 21 lecciones para el siglo XXI. Debate.2018:101)

El humano ha creado relatos de necesidad, se piensa que se requieren muchos objetos innecesarios para estar tranquilos, pero esto es engañoso, y a medida que vamos satisfaciendo nuestros caprichos modificamos el planeta: “A medida que el mundo se moldeaba para que se ajustara a las necesidades de Homo sapiens, se destruyeron hábitats y se extinguieron especies. Nuestro planeta, antaño verde y azul, se está convirtiendo en un centro comercial de hormigón y plástico.” (Harari. De animales a Dioses. 2018:357)
Existen mecanismos en nuestra configuración biológica y bioquímica que nos impulsa a buscar las hormonas de la felicidad, del placer y el bienestar. Y para sentirnos bien, vamos en búsqueda de experiencias. A lo largo de la historia los diferentes discursos y relatos han ido cambiando. Actualmente, el discurso del progreso, el capital y el consumo se han posicionado en el palco mayor para manipular la mente, las emociones y el accionar humano. Así, desde las redes sociales nos venden una idea atractiva de bienestar y satisfacción. Sin embargo, como reflexiona Harari:
“Los humanos rara vez se sienten satisfechos con lo que ya tienen. La reacción más común de la mente humana ante los logros no es la satisfacción, sino el anhelo de más. Los humanos están siempre al acecho de algo mejor, mayor, más apetitoso.”(Harari. Homo Deus. Debate. 2015:32)

Finalmente, luego de haber reflexionado y presentado varias citas textuales es que podemos identificar que desde hace milenios homo sapiens tiene una innata habilidad para inclinarse hacia la destrucción del entorno, ya que somos depredadores por naturaleza. Desde la antigüedad hemos empleado nuestra energía para explorar, expandir y destruir. Sin consciencia en el pasado. En estos tiempos lo que hacemos es evadir nuestras responsabilidades medio ambientales, ya que todo acto humano tiene su reacción directa. Respondiendo a las preguntas: ¿Por qué nos inclinamos por la destrucción? ¿Por qué, pese a tener la información necesaria sobre las causas medio ambientales, no actuamos acorde con las necesidades del planeta? Una de las respuestas factibles es que los relatos que hemos construido nos incitan a tener un inconsciente y consumista estilo de vida que nos tiene adictos a las efímeras sensaciones de bienestar y placer que le cuestan el aliento al planeta y que mantienen nuestra mente en el tobogán de la insatisfacción.

  1. ¿Podremos cambiar nuestra habilidad para la destrucción? Posibles alternativas.
    “Lo que confirió a Homo sapiens una ventaja sobre los demás animales y nos convirtió en los amos del planeta no fue nuestra racionalidad individual, sino nuestra capacidad sin parangón de pensar de manera conjunta en grupos numerosos.”(Harari. 21 lecciones para el siglo XXI. Debate.2018:177)

La necesidad de cambiar y mejorar se hace imperiosa, pero: ¿Cuáles pueden ser las posibles alternativas? Si bien nos hemos aglutinado como especie en torno al discurso del dinero y al consumo, como respuesta a todos nuestros males. El reto principal está en crear nuevas redes de cooperación y ayuda masiva en torno a nuevos relatos que promuevan la conservación del medio ambiente y la ayuda colectiva. Se hace vital la necesidad reflexiva y autocrítica para identificar las prácticas personales que fomentan la ilusión del sueño consumista que le cuesta demasiado al planeta.
Requerimos una transformación de pensamiento, discurso y práctica, que centre sus esfuerzos en el equilibrio medio ambiental y de toma de decisiones que siga el camino de menor impacto ambiental, buscando equilibrar el consumo y el daño del entorno.
Nos toca ser conscientes de nuestra histórica naturaleza destructiva, pero también hacernos responsable de nuestra enorme capacidad creadora para revertir el daño que cada uno ejerce contra el planeta, a través de prácticas cotidianas de consumo responsables.
La educación crítica es necesaria para saber filtrar la gran cantidad de información que nos manipula colectivamente. Al mercado lo que le interesa es convertirnos en desesperados consumidores que buscan satisfacer sus vacíos y crisis con productos y experiencias de consumo, las cuales nos hacen experimentar intensos placeres momentáneos, pero que nos sumergen en la dependencia y en la insatisfacción constantes.
La presión ciudadana y colectiva es una de las alternativas, el tejer verdaderas redes de defensa medio ambiental, aunando esfuerzos, es posible trabajar en proyectos de protección ambiental en cada barrio o zona; nos toca agruparnos alrededor de propósitos conscientes, de personas verdaderamente comprometidas que no usen a la naturaleza como eslogan o pantalla.
Como colectividad podemos demandar a los gobiernos presupuestos para poner en marcha ideas creativas, desarrollando la inventiva de la población para resolver las problemáticas ambientales de cada barrio, zona o lugar. Como sociedad también podemos frenar cualquier práctica que atente contra la naturaleza: leyes de expansión agrícola desmedida, leyes incendiarias contra los bosques, leyes que den rienda suelta al tránsito de motorizados, leyes que den luz verde a la minería ilegal que contamina todas las fuentes de agua.
Podemos organizarnos para demandar a los gobiernos que inviertan en ciencia y educación para desarrollar estudios científicos reales que busquen regenerar el planeta y mitigar el impacto de los principales problemas que estamos arrastrando: el de la basura y la contaminación por el impacto de gases de efecto invernadero.
Es de trascendental importancia desarrollar campañas informativas, activismos reales y comprometidos desde el arte, la música, la escritura, el teatro, generando información, reflexión y toma de consciencia. La información, la educación y reflexión autocríticas son las vías necesarias para despertar consciencia.
También podemos formar alianzas entre las comunidades y las ciudades, creando colectividades comprometidas que defiendan los derechos de la tierra, más allá de los discursos políticamente correctos o de moda. La alternativa mayor es la de sumar voluntades y crear nuevos relatos y prácticas conscientes que reviertan el grave daño que hemos causado, ya que como homo sapiens somos hábiles creadores de destrucción, pero también podemos rectificar el daño infringido a la naturaleza. Es tiempo de inclinar la balanza hacia los intereses del planeta y no hacia los propios caprichos inconscientes.


Bibliografía consultada:
Harari, Yuval Noah. Homo Deus. Breve historia del mañana. Debate.2015
Harari, Yuval Noah. De animales a Dioses. Una breve historia de la humanidad. Debate.2018
Harari, Yuval Noah. 21 lecciones para el siglo XXI. Debate.2018

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