Porto Alegre es hoy el epicentro de las inundaciones en Brasil. Las inundaciones causadas por las fuertes lluvias en el sur de Brasil ya dejan al menos 144 muertos y más de 2,1 millones de damnificados
Porto Alegre está sitiada por aguas barrosas que arrastran a su paso lo que encuentran. Hoy es una ciudad distópica. Una marea indetenible la dejó sumergida en sus barrios más bajos a orillas del Guaiba. Un río y un lago a la vez, según cómo se mire su hidrografía. En esos dos sustantivos puede aparecer una explicación de la tragedia. Un río requiere de ciertas defensas. Un lago no tanto. En la capital de Rio Grande do Sul se impuso la mirada menos proteccionista, como en otras grandes urbes de Latinoamérica. Ganaron las leyes del mercado inmobiliario, tan depredador como los que deforestan a diario la Amazonia. Nuevos temporales amenazan con afectar aún más a la región, informaron este domingo las autoridades regionales.
En la capital de Rio Grande do Sul se impuso una mirada que no protege al medioambiente, como en otras grandes urbes de Latinoamérica. Ganaron las leyes del mercado inmobiliario, tan depredador como los que deforestan a diario la Amazonia. El número de óbitos subió con siete víctimas adicionales a las 137 registradas la víspera. Los desaparecidos continúan en 125. Según el último reporte de la Defensa Civil, el número de personas desplazadas ahora se acerca a las 620.000, de las cuales más de 81.000 tuvieron que buscar refugio en albergues improvisados por las autoridades.
Otra razón es la corriente del Niño. La cuenca que rodea a la capital de Rio Grande do Sul pasó en pocos meses de la bajante en plena estación seca a los 5,35 metros. Una marca que superó a los 4,75 de la gran inundación de 1941. Pasaron 83 años. No hubo grandes obras y sí una desatención criminal que dejó muertes, desaparecidos y 441.300 personas se quedaran sin hogar. Muchas huyeron hacia ciudades en el norte del Estado y Santa Catarina.
La situación más dramática se vive en Rio Grande do Sul, estado fronterizo con Argentina y Uruguay, donde se han reportado al menos 146 muertos y 806 heridos y donde 446 de los municipios están afectados, el 90% del total.
La situación en casi todo el estado permanece en alerta máxima por las previsiones meteorológicas y los cuerpos de rescate aprovechan los pocos espacios que dejan los temporales para continuar con las búsquedas.
Además de torrenciales aguaceros se esperan fuertes vientos y bajas temperaturas que pueden extenderse hasta el martes.
El Centro Nacional de Vigilancia y Alerta de Desastres (CEMADEN) emitió este domingo una alerta de alto riesgo por deslizamientos de tierra en prácticamente todo el estado y en la región metropolitana de Porto Alegre, con especial atención en la Sierra Gaúcha.
Las alarmas por lluvias se enfatizan en el municipio de Uruguaiana, en la frontera con Argentina, donde las aguas del Río Uruguaya sobrepasaron los niveles y continúan creciendo.
Los daños ocasionados por las inundaciones en Rio Grande do Sul se calculan en unos 3.700 millones de dólares, según el Gobierno regional.
Por el momento, el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, anunció un paquete de ayudas 9.800 millones de dólares para ese estado, entre créditos y medidas asistenciales directas.
Los temporales vuelven con fuerza
Las lluvias que habían dado una leve tregua desde el jueves regresaron este sábado a la región, aunque con una intensidad menor a la prevista por los expertos.
El Valle de Taquarí, en pleno centro del estado, continúa como una de las regiones más afectadas, así como Porto Alegre, la capital de Rio Grande do Sul, cuyo centro histórico permanece inundado tras el desbordamiento del río Guaiba.
No ocurre lo mismo en el extremo más meridional del estado, donde varios barrios de las ciudades de Pelotas y Rio Grande fueron tomados por las aguas luego de que se rebozara la Lagoa dos patos, cuyo nivel está un metro y medio por encima de lo normal.
Ausencia de políticas contra el cambio climático
Para ciertos especialistas, el desastre fue provocado por la ausencia de políticas contra el cambio climático. Matheus Gomes, diputado estadual del PSOL, master en Historia y activista ecologista, critica al gobernador Eduardo Leite, del PSDB: “Modificó 480 normas del código ambiental en Rio Grande do Sul, en línea con la política destructiva del entonces ministro Ricardo Salles. El proyecto fue aprobado en sólo 75 días. La única razón por la que no fue más rápido fue porque un fallo judicial se lo impidió”, escribió en una columna de ZH. Tampoco quedó a salvo de las acusaciones el alcalde de Porto Alegre, Sebastián Melo.
Salles fue ministro de Medio Ambiente de Jair Bolsonaro, niega el cambio climático y tuvo que renunciar a su cargo cuando quedó sospechado de traficar madera de la Amazonia. Hoy es diputado federal por San Pablo y acaba de postear en X: “El gobierno de Lula se acabó. A partir de ahora será sólo la estela de un entierro político ya previsto para 2026”.
Otro de los hechos que provocan debate entre los ecologistas y los negacionistas como Salles es la desprotección del bioma Pampa, el principal de Rio Grande do Sul, que regula los ciclos del agua y absorción de carbono. Tiene una superficie de 193.836km², que se corresponde con el 69% del territorio del Estado y el 2,3% de la superficie de Brasil. Según el diputado Gomes “en las últimas décadas, Pampa ha sido el bioma proporcionalmente más degradado del país, perdiendo el 30% de su superficie”.
El pesimismo de los analistas del cambio climático se ratifica en catástrofes como la actual. Aldo Fornazieri, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de San Pablo (USP), escribió en Carta Capital que “los desastres ambientales sólo empeorarán. Es hora de que la sociedad trate a los políticos negacionistas como criminales”. Rio Grande do Sul tiene poco más de 11 millones de habitantes y los afectados suman 2.039.084 según las autoridades.
En estos días de aguas que bajan turbias, entre barro, ramas y restos de basura, la solidaridad contiene a las víctimas desamparadas. Los centros donde se acopian donaciones desbordaron todas las previsiones. Toneladas de ropa, alimentos y artículos de primera necesidad son ordenadas y distribuidas por voluntarios y voluntarias que trabajan en escuelas, clubes y gimnasios. Esa entrega desinteresada, incluso de recién llegados de otros estados que viajaron para ayudar, contrasta con la actitud de blogueros, trolls y usuarios de las redes sociales que desinforman sobre lo que sucede.
(Infobae-EFE-Pagina12)